-Pabellón Mudejar




Imagen del Pabellón Mudéjar y fuente central de la Plaza de América, en una postal de época.

El Pabellón de Industrias, Manufacturas y Artes Decorativas, más tarde denominado de Arte Antiguo e Industrias Artísticas y ahora llamado Mudéjar, es sede actualmente del Museo de Artes y Costumbres Populares, y fue el primero de los edificios terminados que formarían parte de la primitiva Exposición Hispano Americana que se pretendía inaugurar en el año 1914.

Desde el plano mas antiguo que se tiene referencia y desde incluso la base de concurso de ideas de 1911, donde aparece la construcción de diez edificios fundamentales, solo dos serían permanentes y se ubicarían en el Huerto de Mariana, junto al Stadium, dando la fachada de ambos pabellones al Paseo de las Delicias. Cambiada la ubicación del Stadium, dio lugar a un recinto llamado Plaza de Honor, embrión de la futura Plaza de América que nosotros conocemos. En el plano de 1912, Aníbal González dibuja la planta del pabellón, incluso antes de dar forma definitiva a la Plaza, Éste incluso lo utiliza como nexo de unión entre el Parque de María Luisa, entonces en fase ejecución del proyecto de J. C. Forestier, como remate de una de las avenidas principales del Parque, que a su vez coincide con el eje menor de la Plaza de América. Así la logia trasera del edificio, mediante una escalinata que no se llegó a construir, es el fondo del paseo propuesto por el jardinero francés.[1]

Estos pabellones permanentes, el otro se encuentra enfrentado a éste, constituyen la mitad del programa ideológico de la Exposición, dedicado al artesano del añorado estado medieval, humilde, anónimo fecundo y humano. Mientras el otro pabellón, de las Bellas Artes, sintetiza la cultura occidental, Aníbal González, se basa en el arte anónimo, menudo y medieval del Islam, con notorias referencias a la Alambra de Granada, al Alcázar de Sevilla, al Palacio de los Duque de la Algaba, y al mudéjar claustral de la Rábida o de San Isidoro del Campo, para diseñar éste. Pero a su vez mezcla magistralmente los elementos islámicos con otros plateresco, consiguiendo la atracción del espectador por el pintoresquismo del efecto.

Por tanto, el proyecto del Pabellón Mudéjar es incluso anterior a la Plaza de América, ya que el diseño de ésta fue aprobado en 1913, y las obras de los pabellones de las Bellas Artes y Mudéjar se iniciaron el 17 de julio de 1912 al mismo tiempo.


Planta del edificio (Archivo Municipal)

Boceto de la Plaza de América realizado por Aníbal González. (Archivo Histórico de FIDAS)

Proyecto de la fachada trasera fechado en 1914, con una escalinata de acceso que no se llegó a construir. (Archivo Municipal)

La situación de la opinión pública sevillana en los meses previos al inicio de las obras era de una crispación generalizada, dada la proximidad de la fecha prevista para la inauguración del certamen (1914), y la falta de proyectos ejecutados. El elemento desencadenante, fue una carta dirigida por Pedro Fernández Palacios el 11 de junio de 1912, en la que critica la lentitud administrativa del Comité, ofreciendo su empresa para hacerse cargo de la construcción de los Pabellones de las Bella Artes y de Industrias y Artes Decorativas, caso de quedar desierto el concurso, como ya había ocurrido con el primero. Estando dispuesto a aceptar el presupuesto que fijase el Comité y recibir como pago las obligaciones que emitiría el Ayuntamiento. Curiosamente al día siguiente se publicaría en el Boletín de la Exposición los concursos para los dos pabellones permanentes, con un presupuesto de 746.328,08 pts para el de Bellas Artes y de 716.490,79 pts. para el de Industrias y Artes Decorativas.[2]

A pesar de ello, estuvo a punto de volverse a paralizar la adjudicación de las obras cuando, algunos miembros de la Comisión dudaban de la idoneidad del emplazamiento, por la pérdida de zona verde que se destruía en el Huerto de Mariana, y se proponía la adaptación del Palacio de San Telmo, en esos momentos en trámites de adquisición por el Ayuntamiento. Finalmente, la obra fue adjudicada a los contratistas José Bernedo Arébalo, de Granada y Juan Manuel Pozo.

Las obras comienzan inmediatamente, quedando prácticamente terminadas en 1914, siendo entregadas por los contratistas a principios de 1915. Algo más de un año después de finalizar ésta, el 26 de abril de 1916, es inaugurada la Plaza de América por SS. MM. Los Reyes.

Alberto Villar Movellán, describe así el edificio: “El edificio tiene un eje longitudinal muy pronunciado, se compone de un cuerpo central y dos alas laterales. Estas se articulan con una planta bastante movida, y la galería de arcos que exteriormente la rodea constituye a eliminar cualquier sensación de pesadez. El cuerpo central, exuberante en colorido, se resuelve en la fachada con una interpretación personal del autor sobre modelos tradicionales – Alcázar, Palacio del Marqués de la Algaba, etc.- y en el patio con alusiones a San Isidoro del Campo, La Rábida, Loreto, insistiendo en el ladrillo visto y las incrustaciones de cerámica” [3]


Imágenes del estado de las obras del pabellón en 1913. (Revista La Exposición)

El edificio se sitúa en el lado izquierdo de la Plaza de América, si accedemos desde el Paseo de las Delicias. La planta baja se encuentra elevada sobre la cota de la plaza en 2,5 m, salvando el acceso, mediante una gran escalinata y dos rampas laterales que rodean a esta, ocupando toda la fachada.

El acceso al edificio se realiza después de atravesar una imponente fachada; entre dos torres miradores, con cubiertas a cuatro agua, se encuentra una puerta principal y dos laterales mas pequeñas; las tres están formados por dos arcos que se superponen uno a otro, el exterior de herradura lobulado en cerámica totalmente decorativo apoyado sobre columnas de mármol blanco con capitel, y el interior otro arco de herradura estructural ejecutado con ladrillo aplantillado, que descarga sobre un dintel de ladrillo a dos colores. Este arco en las puertas laterales se apoya en el muro de fachada, que es de ladrillo visto alternando con bandas de cerámica y en la central lo hacen en columna de mármol blanco. La puerta principal la remata en el segundo cuerpo un potente tejaroz, que se eleva apoyado sobre dos baquetones, que culmina en dos hornacinas, realizadas en cerámica y compuesta de dos columnillas y un arco lobulado.[4]

Fachada del Pabellón Mudéjar. (Archivo del autor)

Una vez traspasadas las puertas penetramos al gran vestíbulo de forma rectangular de 17 X 8,50 m. y 9,60 m. de altura; esta dividido en tres zonas mediante la organización de la estructura formado por tres series de arcos, cada vez de una serie más reducida, hasta alcanzar el techo, estos están sustentados por tres vanos con columnas de mármol sobre las que descansan tres arcos de medio punto peraltados de ladrillo visto, sobre los que se apoyan otros de herradura formados por entrecruzamiento de estos. En los laterales del vestíbulo, se encuentran dos espacios de carácter funcional, el de la derecha se inserta la escalera, precedida de una delicada portada labrada en ladrillo tallado y azulejos; el de la izquierda dependencias de servicio, desde el vestíbulo se accede directamente al patio claustrado.[5]

Imágenes de época con vistas del vestíbulo, y patio. (Fototeca-Laboratorio de Arte. Universidad de Sevilla)

El patio de dos plantas de altura, labrado todo en ladrillo tallado, sobre un antepecho de un metro, se alzan pilastras ochavadas, también de ladrillo, donde se apoyan los arcos de medio punto peraltados, y enmarcados dentro de un alfiz que se decoran con azulejos pintados de estilo renacentista. La planta alta se organiza con un apilastrado con tratamiento plateresco entre las que se sitúan una bíforas con columnilla central. El patio presenta dos accesos enfrentados, resueltos mediante arco de medio punto con abocinamiento, ejecutado por baquetones a modo de las portadas de las iglesias mudéjares.

Vistas actuales del vestíbulo, detalle de las tres series de arcos y artesonado. (Archivo del autor)


Fotografías durante la construcción del patio (Revista La Exposición), y vista del mismo ángulo del patio ya terminado (Postal de la época).

El deambulatorio que circunda el patio, se encuentran las entradas a las salas exposicionales, situadas una al fondo, simétrica al vestíbulo, con una logia abierta a uno de los paseos principales del Parque de María Luisa, donde existía otro acceso en el proyecto primitivo; y en los lados menores del patio, se sitúan dos a cada lado, éstas en su lado extremo es de forma cuadrada a la que se le a añadido un semicírculo. El paso a estas se realiza a través de una portada realizada con arco de medio punto, peraltado y lobulado realizado en escayola y sustentado por columna. Esta composición de repite en la transición de una sala a otra. En los salones de los extremos, se instalaron unos magníficos mosaicos procedentes de Itálica, que fueron hallados en 1914. Estas alas laterales se rodean con una galería abierta de arcos de medio punto de ladrillo apoyados sobre esbeltas columnas de mármol blanco.

El pabellón básicamente disponía de una sola planta, ya que las superiores eran más simbólicas que útiles. Por la escalera del vestíbulo se accedía a la entreplanta, que ocupaba únicamente el deambulatorio del patio y las torres de la fachada. Sobre ésta se situaba la Planta de Honor, compuesta únicamente por un salón, hoy día llamado Salón Orleans, que ocupaba el vestíbulo y las torres de la fachada.

Toda la decoración cerámica fue ejecutada por Manuel Martín Romero, que trabajó en la fábrica de Juan Laffite.

Portada de acceso a una de las salas laterales desde el claustro. (Revista La Exposición)

Vista del interior del claustro.  (Fototeca-Laboratorio de Arte. Universidad de Sevilla)

Las paredes de los salones estuvieron cubiertas por tapices pintados. Los de mayor tamaño, situados en los testeros laterales, fueron ejecutados por el pintor y decorador Manuel Cañas Martínez en 1923 para la decoración de este espacio, consistían en dos tapices que representaban los escudos de España y Portugal. En el primero de ellos sobre una figurada tela brocada blanca con lises en rojo, se situaba el escudo monárquico de España y de la Casa de Borbón; el otro sobre una tela también brocada de cruces doradas, se encontraba el escudo de Portugal, ambos tapices estaban orlados con los emblemas de las veinte naciones americanas. Ambos tapices simbolizaban el espíritu de la Exposición reuniendo en ellos todos los escudos de las naciones Iberoamericanas.[6]

Además de estos tapices, se situaron en este salón y en otros del pabellón, otros cuatro de menor tamaño realizados por Gustavo Bacarisas entre 1920 y 1922, que formaban parte de una colección de ocho en total y que se encontraban distribuidos entre este pabellón y el Real.

Los instalados en este edificio, corresponden a tipos de jarrones con flores, los cuales sobre zócalos y bajo templetes de columnas y de arcos de flores y frutas, estaban rodeados de gruesa orla vegetal. Actualmente todos estos tapices se pueden contemplar en el Salón de Fiestas del Palacio Gótico de los Reales Alcázares de Sevilla.


Tapiz con el escudo de España colgado en el testero de uno de los salones y el escudo de Portugal, ambos tapices realizados por Manuel Cañas Martínez, actualmente colgados en las paredes del Salón de Fiestas del Palacio Gótico del Alcázar sevillano. (Ilustración Álbum Artístico Exposición Iberoamericana) y (Archivo del autor)

Tapiz con jarrón correspondiente a la serie ejecutada por Gustavo Bacarisas, y que se puede contemplar junto al resto en los Reales Alcázares de Sevilla. (Archivo del autor)

La cimentación se realizó con zapatas corridas de hormigón a una profundidad de 2,50 m. construyéndose los elementos portantes verticales que son de fábrica de ladrillo macizo y columna de mármol según los casos, a partir del nivel del suelo. Uno de los graves defectos de construcción ha sido, la forma de resolver los entramados horizontales, al hacer la cogida de la bóveda sobre el perfil metálico con yeso, provocando la corrosión de estos perfiles y por tanto los distintos estados de ruina y hundimiento. Otro defecto es la falta de juntas de dilatación, que hacen que un edificio de más de 90 m. de largo provoquen continuos agrietamientos.[7]

El cromatismo tan atrayente de este edificio, hizo que rápidamente fuera el pabellón con más protagonismo estético de la plaza, la cual refleja el mismo esquema compositivo que el edificio. Superponiendo dos plantas de edificios diferentes, una que es un rectángulo muy alargado rematados por dos semicírculos, y la otra una planta centrada que se desarrolla alrededor de un patio. Resulta una yuxtaposición casi literal que solo la armonía del diseño menudo unifica.


Distintos pasos interiores entre salas, al fondo se puede apreciar uno de los tapices. (Fototeca-Laboratorio de Arte. Universidad de Sevilla)

El primero está inspirado en los grandes edificios de las exposiciones universales celebradas con anterioridad, es más que significativa la similitud con el edificio central de la Exposición de Paris de 1867 de Frederic Le Play, con su planta rectangular acabada en semicírculos y sus galerías perimetrales. El segundo que se superpone al primero, representa la introducción del factor exótico, tiene una clara referencia a las construcciones palaciegas del medio oriente islámico, como los palacios omeyas de planta central ordenados alrededor de un patio, con portadas flanqueadas por torres.

La escalera, diseñada por Aníbal González fue demolida en 1972, cuando José Galnares Sagastizabal, realizó unas obras por encargo del Ministerio de Cultura para la adaptación del edificio como museo, siendo sustituida por la actual de mármol situada en el octógono, y la instalación de ascensores en el hueco que ocupaba la antigua escalera. En estas obras también se actuó en una parte del semisótano para instalaciones museísticas.[8]

Nueva escalera diseñada por José Galnares. (Archivo del autor)

Vista del interior de una de los salones del extremo de las alas. (Fototeca-Laboratorio de Arte. Universidad de Sevilla)


Vistas exteriores del extremo de una de las alas y del exterior de las galerías perimetrales. (Fototeca-Laboratorio de Arte. Universidad de Sevilla)


Vistas de estos espacios en la actualidad. (Archivo del autor)

Pero no fue esta la única transformación realizada en el edificio. Poco después de clausurada de la Muestra, el 28 de noviembre de 1930, se produjo un importante hundimiento del edificio que afectó a la zona de la fachada posterior,[9] no siendo éste el único ya que, se tienen noticias que en los años 50 se produjo el hundimiento del techo del ala oeste, así como desaparición de la cubierta de la galería perimetral de este ala. Este hecho ocurrió pocos días después de que se celebrara una comida a la que asistía Franco. La reconstrucción la realizó Antonio Delgado Roig, arquitecto municipal, que consistió en la sustitución por hormigón del pórtico que precede las ventanas altas del cuerpo lateral afectado. A mediados de los años sesenta del pasado siglo, y por el mismo arquitecto, se actuó en todas las salas que poseen doble altura, es decir la del fondo, la de los dos extremos y los octógonos, construyéndose una entreplanta, cuya estructura es independiente y arranca desde el sótano.[10]


Imagen del hundimiento producido en la fachada posterior el 28 de noviembre de 1930. (Ilustración revista Nuevo Mundo)

En el catálogo general [11] que se editó sobre los objetos expuestos constaba 2323 obras,[12] con indicación de la institución o persona que la cede, fecha de ejecución y autoría en muchos casos imaginarias. Al igual que en el Pabellón Renacimiento, fueron los miembros de la Comisión de Arte Antiguo, el Alcalde Nicolás Días Molero, el Director del Museo de Bellas Artes, Cayetano Sánchez Pineda y el canónigo de la Catedral de Sevilla Antonio Muñoz Torrado, los encargados de gestionar la exposición, de las piezas que habían seleccionado el Catedrático de la Universidad de Sevilla Francisco Murillo Herrera, y su colaborador Diego Angulo Íñiguez.

La exposición se distribuyó por once salas y galerías alta y baja, que fueron tapizadas con telas rojas, rematada con una gran moldura de caoba de la que pendía un “bandó” ornamental rematado en flecos, con dibujo original de Sánchez Pineda. Las cuatro salas octogonales, se decoraron con sedas de fondo claro y flores de colores, con friso de bronce y vitrinas de metal dorado, de la que aún se conserva una instalada en el vestíbulo del pabellón.

El material expuesto era muy variopinto, se mostraban cálices, y ornamentos religiosos cargados de brillantes, rubíes y esmeraldas, casullas, paños y mesas de altares; custodias, retablos, relicarios y frontales de platas, que enviaron distintas catedrales, iglesias y conventos de todas las partes del país. También había muebles de época, magníficos tapices y reposteros; esculturas religiosas de Martínez Montañés, Pedro Roldán y de su hija La Roldana; Pedro de Mena, Alonso Cano y Salzillo entre otros muchos artistas de renombre internacional. Damascos y brocados antiguos, cueros de Córdoba, pendones y banderas históricas.

En otras vitrinas se exponían piezas de orfebrería de los siglos XV, XVI y XVII de magistral factura, así como indumentarias y trajes de distintas épocas. Y en las salas de la planta baja y piso alto, se mostraban cuadros antiguos hasta mitad del siglo XIX.

La procedencia de las mismas era muy amplia, pero la mayoría provenían de la provincia de Sevilla, también las habían de la Catedral de Oviedo, Santiago, Salamanca, Gerona y de distintos puntos de la península.

La valía de la muestra era muy dispar, algunas prácticamente nula, justificada su presencia solo por la ostentación de los propietarios para obtener prestigio. Así mismo el criterio cronológico o temático era inexistente.

La mayoría eran anónimas, pero entre ellas había muchas de gran importancia, como la Cruz de la Victoria, la Cruz de Nicodemus ó la Caja de las Ágatas procedentes de la Catedral de Oviedo. En este aspecto también era de reseñar, el gran tesoro encerrado en iglesias y conventos de Andalucía, que aquí se pudieron mostrar, siendo uno de sus principales atractivo.

A continuación, apoyándonos en el material fotográfico que conserva el Laboratorio de Arte de la Universidad de Sevilla, publicado recientemente,[13] de algunas de las salas durante la Exposición, y del Catálogo que se editó, realizaremos unas breves explicaciones de las obras que se mostraban.

Plano con la distribución de las salas exposicionales.

La Sala 1ª, acogió 189 objetos, 78 distribuidos por la sala y 111 en vitrinas, se mostraban esculturas, pinturas y algunas piezas textiles y de orfebrería, entre las primeras un grupo escultórico de la Anunciación del Museo Arqueológico de Córdoba, y junto a éste una Santísima Trinidad en mármol del siglo XIV procedente de Llerena; una imagen de la Virgen del Subterráneo de la Iglesia de San Nicolás de Sevilla, sobre un bargueño del siglo XVII, En las paredes colgaban seis lienzos con escenas de la vida de San Jerónimo de Espial, procedentes del Museo de Bellas Artes de Sevilla, así como una alfombra de estilo mudéjar del siglo XV del palacio del Marqués de Viana. Del Monasterio de Sta. Clara de Moguer se habían traído dos sitiales de la sillería del coro del siglo XIV, que estaban colocados delante de un tapiz del convento de Sta. Inés de Sevilla, flanqueado por esculturas de la Virgen y el Niño, a la izquierda de un coleccionista y a la derecha de la Colegiata de Osuna. Sobre estos, colección de platos de reflejos metálicos y escudo de los Reyes Católicos pertenecientes a la antigua alhóndiga de Sevilla y que se pueden contemplar hoy día en una de las salas del Museo de Artes y Costumbres Populares.

Contaba esta sala también con ocho vitrinas donde se exhibían ornamentos y ropas litúrgicos, destacando un juego procedente del Hospital de las Cinco Llagas del siglo XVI y un terno de tisú de plata, bordado en oro y sedas de colores de la Iglesia de San Lorenzo, procedente del convento de San Antonio. En la central se encontraba una capa pluvial del siglo XV de la parroquia de Aracena, y junto a estas vitrinas sobre un pedestal el Niño Jesús de la Hermandad de la Amargura atribuido a Felipe de Ribas.



Sala 1ª. Foto superior al fondo se aprecian esculturas góticas que representan La Anunciación procedentes de Córdoba y el Niño Jesús atribuido a Felipe de Ribas de la Hermandad de la Amargura. Foto inferior vitrina central con ornamentos, relicarios y pequeñas figuras. (Fototeca-Laboratorio de Arte. Universidad de Sevilla)



Otro aspecto de la Sala 1ª, con tapiz del convento de Sta. Inés de Sevilla, sillería del monasterio de Sta. Clara de Moguer y Virgen con el Niño de la capilla de los Duques de Osuna de la colegiata de dicha ciudad. (Fototeca-Laboratorio de Arte. Universidad de Sevilla)

A continuación, se pasaba a la Sala 3ª, situada en un extremo del edificio, en la que se exponían 201 piezas, 84 en sala y 117 en tres vitrinas, estando presidida por la escultura de la Inmaculada atribuida a Alonso Cano de la Catedral de Sevilla, situada en el centro, tras esta imagen dentro de una vitrina, se encontraba el tesoro de la Cámara Santa de Oviedo, con la gran Cruz de la Victoria del año 908. Sobre las paredes, un conjunto de tapices entre ellos dos flamencos con motivos paisajísticos procedentes de la Catedral de Badajoz. En un espacio lateral, a modo de hornacina, se encontraba un Cristo crucificado del siglo XIV de la parroquia de Omnium Santorum, sobre un frontal de altar de la Iglesia de San Luis de los Franceses. En el eje opuesto y en una estancia similar a la anterior, otro Cristo crucificado llamado de los Mestres del mismo siglo, procedente de la Parroquia de San Isidoro, acompañado por una Dolorosa y un San Juan de la parroquia de Aracena.[14]




Cuatro vistas desde distintos ángulos de la Sala 3ª. (Fototeca-Laboratorio de Arte. Universidad de Sevilla)

Completaban esta estancia varias cruces, unas con manguilla como las de la Iglesia de Santiago de Utrera y de San Lorenzo de Sevilla, y otras como la procesional de la Catedral de Córdoba de Arfe, o la de la parroquia de Sanlúcar la Mayor y la de la Colegiata de Osuna. Así como dos largas vitrinas con valiosísimos objetos litúrgicos en plata de las provincias de Sevilla, Cádiz y Huelva. En uno de los testeros, se había instalado el Simpecado de Virgen de la Paz de la Hermandad de Sta. Cruz, sobre un precioso frontal de plata de la Iglesia de S. Nicolás y sobre este un S. Juan Bautista de Montañés. Al fondo precedido por una triple arquería se encontraba un espacio donde se había colocado el Cristo Crucificado de Martínez Montañés de Santo Ángel

Las salas 2ª y 4ª, y 8ª y 11ª, correspondían a los pequeños espacios octogonales de las cuatro torres que se adosan al cuerpo central del edificio, y que tenían acceso desde las Salas 1ª y 9ª. Las Salas 2ª y 4ª acogían entre ambas, 241 objetos, la mayoría de los situados en las salas eran retratos de los siglos XVIII y XIX, propiedad de particulares, así como algunos muebles; y en las vitrinas se mostraba una bella colección compuesta de 100 abanicos, además de pequeños objetos como medallas, miniaturas, encajes y mantillas.[15]

El gran salón inscrito en el eje opuesto al vestíbulo de entrada, cuyos ventanales daban a la galería de la fachada trasera, se dividió en tres espacios para albergar las salas 5ª, 6ª y 7ª. En la sala 5ª, como en el resto del pabellón, se encontraban magníficas muestras de mobiliario de época de gran calidad, como escritorios, bargueños, sillones y espejos, también había muestras de bordados, con el interesante tapiz de Jesús Nazareno del convento de Sta. Inés, y tallas como la desaparecida Piedad de la Iglesia de S. Juan de la Palma, atribuida a Marcelino Roldán. En total se mostraban 96 piezas, de las cuales 59 se encontraban situadas en las tres vitrinas instaladas en esta sala con casullas, dalmáticas, cálices y cruces parroquiales de distintas parroquias sevillanas y andaluzas.

Piedad de la Iglesia de San Juan de la Palma, perdida en un incendio en 1935, que se exhibía en la Sala 5ª. (Fototeca-Laboratorio de Arte. Universidad de Sevilla)

La sala 6ª, contenía 212 objetos de lo más variado. Estaba presidida por una Inmaculada de Andrés de Castillejo procedente de la Parroquia de San Andrés, situada sobre una vitrina central que alojaba una colección de abanicos y pequeños objetos, flanqueada por las hermosas custodias de la Real Parroquia de Santa Ana y de la Hermandad Sacramental de la Magdalena; sobre el muro un gran tapiz de temática histórica, con la rendición de una ciudad a Luis XIV, de un coleccionista particular. También se mostraron ornamentos y piezas litúrgicas, así como un San Sebastián de la Iglesia parroquial del pueblo malagueño de Taba, de Fernando Ortiz, atribuido entonces a Nicolás Salcillo, y a Martínez Montañés un S. Juan Bautista del Convento de Sta. Ana de Sevilla, además de un Cristo Resucitado del círculo de Jerónimo Hernández, hoy día desaparecido.[16] En dos vitrinas se exponía 46 trajes y prendas de vestir antiguas de los siglos XVIII y XIX de un particular.


Dos aspectos de la Sala 6ª, con la Inmaculada de Andrés del Castillo y dos custodias en el centro. Al fondo de cada imagen se aprecian las salas 5ª y 7ª. (Fototeca-Laboratorio de Arte. Universidad de Sevilla)

En la Sala 7ª se expusieron 116 objetos procedentes del Reino de Murcia (Murcia y Albacete), siendo muy destacada la participación de estas dos provincias en el Certamen sevillano, no solo por las obras que se expusieron en esta sala, y que a continuación detallaremos algunas de ellas, sino por el magnífico pabellón regional que también erigieron en el Sector Sur del recinto.

Según el catálogo que para esta exposición editó la Comisaría General de los Comités del Reino de Murcia, presidida por Isidoro de la Cierva[17], se mostraron más de cien obras de artes, entre ellas en relación a la provincia de Murcia podemos destacar, la Virgen de la Arrixaca, del siglo XII, antigua patrona de Murcia, un magnífico San Antonio de Padua de Alonso Cano o las magistrales imágenes de San Jerónimo penitente, que atraía la atención del visitante. San Juan del paso de la Cofradía de Jesús y distintas figuras del Belén, todos ellos de Francisco Salzillo; entre las obras pictóricas, un pequeño cuadro de la Magdalena de El Greco, una Madonna atribuida a Guido Reni, un retrato del Obispo Posada de Federico Madrazo y un Cristo de Ribera. En gran formato destacaba La batalla naval de Lepanto, de Juan de Toledo perteneciente a la Cofradía del Rosario de Murcia.

Completaban la muestra de esta provincia ornamentos litúrgicos y orfebrería con custodias, copones, cálices y cruces procesionales en plata y oro. Algunas de estas obras se pueden apreciar en las imágenes que acompañan estas líneas.

Sala 7ª correspondiente al Reino de Murcia, en primer plano San Jerónimo penitente de Salzillo. (Fototeca-Laboratorio de Arte. Universidad de Sevilla)

La provincia de Albacete mostraba el retablo de la Ermita de San Esteban, de siglo XVIII procedente de la localidad de Cenizate, siendo lo más singular del mismo las dos columnas del cuerpo central compuesto por cariátides que reproducen imágenes de santas. En su hornacina central una imagen de madera tallada y policromada de la Virgen de autoría anónima, fechada entre los siglos XVI y XVII de Almansa. En la mesa de altar, a la derecha una Virgen del Rosario, anónima del siglo XVIII, de la localidad de Jorquera, de cuya población eran también un rico terno blanco. La importancia del conjunto de estos ropajes litúrgicos radicaba en los bordados procedentes de un terno anterior del siglo XVI, posiblemente pasado al que se expuso en el siglo XVIII. Colgado en los muros dos tablas, a la derecha “Noli me tangere” de la escuela valenciana del siglo XV procedente de la Iglesia de Sta. María de Chinchilla.

Sala 7ª. Al fondo altar de Cenizate, arriba Nole mi tangere, y en primer plano San Juan de Salzillo y Cristo del Prendimiento. (Fototeca-Laboratorio de Arte. Universidad de Sevilla)

En la Sala 9ª se podía contemplar en el espacio central de la zona izquierda, la imagen de San Francisco de Asís del Convento de Padres Franciscanos de Estepa, esta escultura de reconocida calidad artística, se le atribuía en esa época al escultor Martínez Montañés, posteriormente se descubrió que su autor era el escultor vallisoletano Luis Salvador Carmona. Y a la derecha de ésta, un San Antonio de Padua de Duque Cornejo, en madera policromada y estofada, siendo la imagen titular del retablo de San Antonio situado en la epístola de la Capilla del Palacio de San Telmo de Sevilla. Se encontraban distribuidos en esta sala, un buen número de obras maestras de la imaginería española, como un S. Francisco y un San José con el Niño de Juan de Mesa, o el grupo de la Asunción de la Virgen de Blas Molner procedente del Hospital de San Juan de Dios.

Otras esculturas a destacar son las desaparecidas de los arcángeles San Gabriel y San Rafael, procedentes de la parroquia de Teba en Málaga, atribuidas a Salcillo, pero que estudios posteriores las documentan como su autor al malagueño Fernando Ortiz. De Martínez Montañés se podían contemplar dos de sus obras cumbres, un S. Juan Evangelista y un S. Juan Bautista del retablo del Monasterio de San Isidoro del Campo.

Colgaban de las paredes de esta sala, un buen número de altorrelieves de gran calidad como el de La Purificación de la Virgen, de Martínez Montañés, parcialmente destruido durante la contienda nacional, y actualmente recompuesto volumétricamente que se expone en el monasterio de Sta. Clara de Moguer. Otras obras de relieve en madera policromada fueron, La Trinidad y La Asunción del mismo autor, y La Anunciación y El Nacimiento de la Virgen cedidas por el convento concepcionista de Lebrija, realizadas por Felipe de Ribas, y que hoy día forman parte de una galería de Barcelona.

Completaban la sala, tapices de temas bíblicos del coleccionista sevillano Gabriel Lupiáñes y vitrinas con ornamentos y objetos litúrgicos de diversa procedencia, como el busto relicario del convento de Santa Clara de Sevilla. A demás de dos interesantes grupos escultóricos realizados por Pedro Millán, de barro cocido y policromados procedentes del Garrobo, Entierro de Cristo y Cristo Varón de Dolores. Junto a estos, otra figura también de barro La Virgen con el Niño de Lorenzo Mercadante de Bretaña. Contaba esta sala de 203 pizas, distribuidas 84 en sala y 119 en las siete vitrinas con que estaba dotada.


Dos vistas de uno de los laterales de la Sala 9, con San Antonio de Padua del Seminario en primer plano. (Fototeca-Laboratorio de Arte. Universidad de Sevilla)


Otras dos vistas del otro lateral de la Sala 9ª con la talla de San Francisco de Asís y aspecto general de la misma. (Fototeca-Laboratorio de Arte. Universidad de Sevilla)

Desde esta sala, se accedía a las Salas octogonales 8ª y 11ª. En la 8ª se exhibían 52 objetos, dedicados casi exclusivamente a la monarquía española, 13 de ellos retratos de reyes españoles, entre ellos dos de Goya, un Fernando VII niño, y la Reina María Luisa. También algunos bureaus, destacando un perteneciente al rey Luis Felipe de Francia, y los bustos de Fernando VII y María Cristina. Y en las dos vitrinas de esta sala, se mostraban abanicos y ejecutorias pertenecientes a María Luisa de Orleans y Borbón, Infanta de España.

La Sala 11ª contenía 117 piezas, una veintena eran propiedad de los marqueses de la Granja, entre mobiliario, cuadros y alguna talla. Las dos vitrinas de esta sala contenían muy diversos objetos, en una de ella se exhibía casi en exclusiva la colección de una particular[18], mientras la otra, acogía pequeños objetos como relojes, costureros, platos de cerámica, pureras, pequeñas cajas, abanicos y mantillas.

En la Sala 10ª, se exhibió una importante muestra con 346 objetos correspondientes a las artes decorativas, venidos no solo de Andalucía, sino de otras regiones como Aragón, Castilla o León, mostrándose todo ello en la sala y en las siete grandes vitrinas instaladas en la misma, en las que se exponían ornamentos y objetos litúrgicos (capas pluviales, dalmáticas, casullas, portapaces, cálices, atriles, etc.).

La hornacina lateral izquierda, cobijaba en una gran vitrina diferentes objetos religiosos procedentes de la diócesis de Palencia, como ornamentos, paños de altar, manifestadores y cruces, entre ellas una de la Iglesia de Dueñas fechada en 1.500, coronando la vitrina un San Pedro de Roldan del Hospital de los Venerables Sacerdotes. Junto a ésta otra con objetos enviados desde la diócesis de Cuenca.

En la hornacina lateral de la derecha, otra vitrina de iguales características que la anterior, sobre la que descansaba una escultura sedente de San Fernando del mismo autor y procedencia, se exhibía un rico muestrario de vestimentas litúrgicas, con capas pluviales, dalmáticas y casullas, etc, ricamente bordadas enviadas por los cabildos catedrales de Madrid, Gerona y Santiago de Compostela.

Entre las esculturas instaladas en esta sala, destacaban La Virgen de la Cinta de la iglesia de la Merced de Huelva, de Martínez Montañés, un San Esteban de la parroquia de San Isidoro y un busto de la Virgen de autor anónimo.

Vista de la Sala 10ª, con las vitrinas de las diócesis de Palencia, Cuenca, Madrid, Gerona y Santiago de Compostela. (Fototeca-Laboratorio de Arte. Universidad de Sevilla)

Sala 10ª Altar de plata de Sanlúcar y sobre este, el Cirineo de la Hdad. de San Isidoro y de fondo tapiz de la Catedral de Zaragoza. (Fototeca-Laboratorio de Arte. Universidad de Sevilla)

En esta sala destacaban dos preciosos tapices flamencos del siglo XVI de gran tamaño, uno enviado por la Seo de Zaragoza dedicado a los sentidos, y otro de la Catedral de Palencia. Bajo estos, sendos frontales de altar en plata, el primero de la Hermandad Sacramental de Ntra. Sra. de la O de Sanlúcar de Barrameda, sobre éste se exhibía la figura del Cirineo de Ruiz Gijón de la Hermandad de la Tres Caídas de San Isidoro. El otro frontal procedía de la iglesia de la Merced de Jerez de la Frontera, realizado en Guatemala en el siglo XVIII, y sobre éste un grupo escultórico de Santa Ana del siglo XVI de Alcalá del Río.

Las galerías, alta y baja del patio, también fueron utilizadas como salas exposicionales. En la baja se instalaron 31 piezas entre pinturas, mobiliario y escultura, destacando entre ellas una Virgen con el Niño de alabastro del siglo XIV, de la Hermandad Sacramental de San Isidoro, un retrato de Cristóbal Colón de la colección del duque de Alba y un Santiago el menor, de barro cocido y policromado de gran tamaño de Pedro Millán de la Catedral de Sevilla.

En las galerías altas se instalaron un gran número de objetos, 495, en su mayoría en las 12 vitrinas con que contaba. Este abultado número se debe a que se exhibieron colecciones de monedas, unas 40 piezas, así como 90 cobres grabados para estanterías, e innumerables casullas, ejecutorias de hidalguía, abanicos, pequeñas esculturas, mobiliario antiguo y lienzos de multitud de temáticas. Entre ellas se exhibía una Dolorosa, sin atribución, que posteriormente se ha datado al pintor cordobés Antonio del Castillo. También sin autoría estaba colgada en sus paredes una Aparición de Cristo Crucificado a Santa Teresa, que con posterioridad ha sido atribuido a Alonso Cano, ambas pinturas de colecciones particulares; así como procedente del Convento de las Teresas de Sevilla, una bella casulla fechada alrededor de 1624.



Galerías altas. Dolorosa de Antonio del Castillo. La Aparición de Cristo Crucificado a Sta. Teresa, de Alonso Cano, y casulla del siglo XVII del Convento de las Teresas de Sevilla.

Al ser edificio de propiedad municipal desde su inauguración, éste lo cedió al Ateneo de Sevilla para la celebración de exposiciones y congresos, como el de Historia y Geografía Hispano Americana de 1921 ó el Nacional de Comercio de Ultramar en 1923 y el Internacional de Carreteras en 1926. También sirvió, como lo demuestra una placa situada en el vestíbulo del pabellón, entre los años 1921 y 1922 de Hospital de la Cruz Roja durante la Guerra de Marruecos.

Placa conmemorativa de la utilización del edificio como hospital de la Cruz Roja durante la Guerra de Marruecos durante 1921 y 1922.

Finalizada la Exposición, siguió manteniéndose su uso como sala de exposiciones de diversos matices los salones bajos y las galerías del patio. En la planta alta se ubicó la Hemeroteca Municipal, cuyas colecciones de periódicos y revistas especialmente sevillanas, alcanzaron casi el millar de títulos. Las más antiguas corresponden a unas “Noticias de Sevilla” de 1691; son asimismo interesantes algunos periódicos sevillanos contemporáneos de la Guerra de la Independencia, las colecciones de los diarios de nuestra ciudad a partir de 1850 y de la Gaceta de Madrid desde 1743, posteriormente se trasladó este servicio municipal al Pabellón de la Madrina, en los Jardines de San Telmo y más tarde al antiguo edificio de los Juzgados, situado en la calle Almirante Apodaca, donde radican además de la Hemeroteca, la Biblioteca y el Archivo Municipal de Sevilla.

En 1972 se crea el Museo de Artes y Costumbres Populares, inaugurándose al año siguiente sus instalándose en la primera planta y galerías del semisótano más próximas a la Plaza de América, continuando las salas de la planta baja dependientes del Ayuntamiento para los mismos fines expositivos. No es hasta el año 1980, cuando el Consistorio Hispalense cede la totalidad del edificio al Ministerio de Cultura su uso como Museo de Artes y Costumbres Populares, para más tarde ser trasferida la gestión a la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía.

Detalle de la ornamentación cerámica. (Archivo del autor)

Su función como museo es pues muy reciente y sólo se utiliza parte del pabellón; el resto está destinado a salas de exposición. En él prevalecen los aspectos antropológicos y etnográficos, siendo muy variadas las colecciones que contiene.

En el vestíbulo del pabellón puede admirarse una vitrina, recientemente restaurada, de las doce que se confeccionaron como expositores para el certamen Iberoamericano, y que estuvieron instaladas en las salas octogonales, que consta de una estructura de cristal y bronce cuyos soportes lo forman garras de león, que descansa sobre una base, en forma de arcón, en madera de nogal y castaño, bellamente tallada y tapizada en damasco con apliques de bronce.

Vitrina del vestíbulo del Pabellón Mudéjar. (Archivo del autor)


VÍDEO DEL CANAL SOBRE LA EXPOSICIÓN IBEROAMERICANA DE SEVILLA DE YOUTUBE SOBRE EL PABELLÓN MUDÉJAR











FUENTES CONSULTADAS:

- EL PABELLÓN MUDEJAR EN EL DISEÑO DE LA EXPOSICIÓN DE 1929, Fernando Villanueva Sandino. Revista APAREJADORES Núm. 35 Marzo 1988
- HISTORIA DE LA EXPOSICION IBEROAMERICANA DE SEVILLA DE 1929, Eduardo Rodríguez Bernal
- LOS PABELLONES DE LA EXPOSICION IBEROAMERICANA, Alberto Villar Movellán
La Exposición Iberoamericana “Fondos de la Hemeroteca Municipal”
- GUIA DE LA EXPOSICION IBERO AMERICANA 1929-1930
- LA IMAGEN AEREA DE LA SEVILLA DE ALFONSO XIII (formas y perspectivas del recinto urbano 1920-1930), Alfonso Braojos Garrido.
- ARQUITECTURA DEL REGIONALISMO EN SEVILLA 1900-1935.- Alberto Villar Movellán
-FOTOTECA DE LA UNIVERSIDAD DE SEVILLA.
- Exposición Iberoamericana. Sección de Arte Antiguo. Palacio Mudéjar, Sevilla 1929-1930
- El Reino de Murcia (Murcia-Albacete) en la Exposición Iberoamericana de Sevilla (Pabellón Mudéjar de Arte Antiguo)
-Patrimonio Artístico Albacetense en la Exposición Iberoamericana de Sevilla de 1929. Luis G. García-Saúco Beléndez.
-Boletín de la Junta de Patronato del Museo Provincial de Bellas Artes de Murcia. Nº 7 y 8 1928-1929
-ARTE ANTIGUO EN LA EXPOSICION IBEROAMERICANA DE 1929. Francisco Murillo Herrera y Diego Angulo en la exposición de Arte Antiguo de 1929: una actuación clave para el Laboratorio de Arte de la Universidad de Sevilla. Benito Navarrete Prieto.
-Catálogo de la exposición ARTE ANTIGUO EN LA EXPOSICION IBEROAMERICANA DE 1929. Benito Navarrete Prieto.
-EL CICERONE DE SEVILLA, MONUMENTOS Y BELLAS ARTES, Alejandro Guichot y Sierra.
- www.sevillasigloXX.com
- www.sevilla21.com
ttp://cofrades.pasionensevilla.tv/profiles/blogs/san-francisco-de-as-s-en-la-exposici-n-iberoamericana-de-1929
- Revista LA EXPOSICION nº 49 septiembre de 1913
- Revista LA EXPOSICION nº 51 noviembre de 1913


NOTAS
[1] . Rodríguez Bernal, E. Historia de la Exposición Ibero-Americana de Sevilla de 1929. (1994). Sevilla. Edita servicio de Publicaciones del Ayuntamiento de Sevilla. pp. 154-155.
[2] . Villanueva Sandino, F. El Pabellón Mudéjar en el diseño de la Exposición de 1929. En revista APAREJADORES, núm. 35 marzo 1988. pp. 15-22.
[3] . Villar Movellán, A. Arquitectura del Regionalismo en Sevilla 1900-1935. (1979) Sevilla. Edita Excma. Diputación Provincial de Sevilla. p 278.
[4] . Villanueva Sandino, F. El Pabellón Mudéjar en el diseño de la Exposición de 1929. En revista APAREJADORES, núm. 35 marzo 1988. pp. 15-22.
[5] . Ibídem.
[6] . Guichot y Sierra, A. El Cicerone de Sevilla. Monumentos y artes bellas. Tomo II. (1935) Imprenta Municipal. pp. 339-341.
[7] . Villanueva Sandino, F. El Pabellón Mudéjar en el diseño de la Exposición de 1929. En revista APAREJADORES, núm. 35 marzo 1988. pp. 15-22.
[8] . Ibídem.
[9] . Hundimiento en el Palacio de Arte Antiguo. En ABC de Sevilla. 29 de noviembre de 1930, p.35.
[10] . Villanueva Sandino, F. El Pabellón Mudéjar en el diseño de la Exposición de 1929. En revista APAREJADORES, núm. 35 marzo 1988. pp. 15-22.
[11] . Exposición Ibero-Americana 1929-1930. Catálogo de la Sección Arte Antiguo. Palacio Mudéjar. (1930) Sevilla. Tipografías Gómez Hermanos..
[12] . Aunque el Catálogo en su última página aparece como última pieza la núm. 2314, en la página 47, “Vitrina central” de la Sala 3ª, continúa la numeración hasta la 2323.
[13] . Navarrete Prieto, B. Arte antiguo en la Exposición Iberoamericana de 1929. (2014) Sevilla. Edita ICAS Sevilla.
[14] . Ibídem. pp. 215-241
[15] . La Sala 2ª contenía 134 objetos, 21 en sala y 113 en dos vitrinas con 40 abanicos. La Sala 4ª, se componía de 107 obras, 23 en sala y 84 en dos vitrinas, con 59 abanicos.
[16] . Navarrete Prieto, B. Arte antiguo en la Exposición Iberoamericana de 1929. (2014) Sevilla. Edita ICAS Sevilla. pp. 249-261.
[17] . El Reino de Murcia (Murcia-Albacete) en la Exposición Iberoamericana de Sevilla (Pabellón Mudéjar de Arte Antiguo). Publicado en Boletín de la Junta de Patronato del Museo Provincial de Bellas Artes de Murcia. Núm. 7 y 8, 1928 y 1929.
[18] . Dña. Trinidad Olaso, de Alcañiz (Teruel).








2 comentarios:

  1. alberto Cañas25 febrero, 2014

    SR. Cabreo Nieves espero que alguien y algún diía le reconozca le gigantesca labor que Usted está reazlizando. Espero que sea en vida y no como suele ser corriente en este País, que sólo se recono ce los méritos de sus hijos una vez muertos

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